Sueño: hábitos y recomendaciones
El sueño en el bebé es un tema que puede traer de cabeza a los padres. De hecho, es una de las peticiones de ayuda y consejo más frecuentes de los padres en la consulta del pediatra. Los problemas del sueño se pueden manifestar de múltiples formas y producirse a cualquier edad; desde el bebé que llora toda la noche, hasta el niño de dos años que retrasa la hora de irse a dormir, pasando por el preescolar que tiene terrores nocturnos y acaba en la cama de los padres.
LO QUE DEBES SABER
No adquirir unos buenos hábitos de descanso provoca irritabilidad en los padres y. Malestar y falta de apetito en el niño.
Cuando se modifica la manera de dormir es importante revisar qué ha ocurrido en los últimos días para detectar qué situación diferente o nueva ha podido perturbar el sueño del bebé.
Antes de pensar que el niño tiene un problema deben descartarse situaciones como la temperatura de la habitación, los ruidos, la luz o la oscuridad, el pijama... que pueden perturbar el sueño del niño.
¿Qué altera el sueño del bebé? Detectar el motivo
Si los hijos no adquieren unos buenos hábitos de descanso, los padres acaban resintiéndose. Semanas, meses o años sin dormir bien desgasta, nos vuelve más irritables y la más sencilla de las tareas se nos hace cuesta arriba. Por su parte, el niño que no duerme y no descansa lo suficiente lo puede pasar mal, tener falta de apetito y mayor irritabilidad.
El sueño puede estar perturbado por diversas situaciones: el nacimiento de un hermanito, la vuelta al trabajo de mamá, los cambios de casa, las vacaciones, el inicio de la guardería o problemas familiares. Cada niño es un mundo y la manera de vivir los cambios vitales en determinados niños puede causar alteraciones del sueño.
En otros casos, el problema del sueño es la falta de rutinas. Cuando un bebé o niño modifica su manera de dormir es importante poder revisar lo que ha ocurrido durante los últimos días, para ver si se ha producido alguna situación diferente o nueva que haya podido producir el cambio. Todo es reversible si nos damos cuenta a tiempo.
No todos son problemas de sueño…
Antes de pensar que el niño tiene un problema se deberían descartar ciertas situaciones que pueden perturbar el sueño en el niño:
Temperatura de la habitación: es importante valorar, de manera objetiva, si el niño pasa frío o calor durante la noche. La habitación debe estar a una temperatura confortable y se debe tapar al niño de manera adecuada al clima. Debes asegurarte de que no existan corrientes de aire en su habitación, en especial durante el invierno, ya que esto los despierta. Asegúrate siempre de que esté bien tapado, aunque en muchas ocasiones, con el fin de evitar que cojan frío, se les abriga demasiado y esto también contribuye a que el bebé se sienta incómodo. Puedes darte cuenta de si el bebé tiene calor porque su cara y el cuello pueden estar enrojecidos. Para asegurarte, coloca tu mano sobre su pecho. Al tacto, el bebé tiene que estar tibio y no caliente ni pegajoso. Si el bebé está muy caliente, quítale el exceso de abrigo y refréscalo abriendo sus prendas.
Ruidos: los ruidos repentinos o constantes pueden ser las causas que perturban el sueño del bebé.
Luz y oscuridad: la luz puede ser un problema para los bebés que se despiertan temprano o a los que les cuesta conciliar el sueño. Las primeras luces del amanecer, las luces de la calle o del televisor son las causas más frecuentes. Para solucionar el problema puedes poner cortinas que no permitan el paso de la luz en absoluto. La oscuridad, por el contrario, también puede incomodar a muchos bebés, ya que al despertarse por la noche no se sienten seguros. Para estos casos puedes utilizar una luz suave que se coloca en algún enchufe de la habitación.
La cuna: es posible que el bebé no se sienta cómodo en su cuna o moisés. Algunos se mueven mucho mientras duermen y al hacerlo se golpean contra los bordes de la cuna y eso les despierta. Puede solucionarse colocando protectores en los barrotes.
El pijama: debe ser cómodo, sin corchetes o cremalleras que molesten ni perneras demasiado amplias que hacen que las piernecitas del bebé se pierdan en el pijama. Las etiquetas, los materiales sintéticos, las costuras y las medias apretadas pueden provocarle molestias que le impiden dormir correctamente. Debes chequear que su piel no tenga marcas rojizas por el rozamiento de su ropa y que el tamaño de su ropa sea el adecuado.
Pañales: hay bebés a los que les molesta mucho el pañal mojado y se despiertan. En estos casos, el pañal se resuelve el problema.
Hambre: el niño mayor de seis meses puede quedarse con hambre por la tarde-noche si solo toma leche. Es aconsejable si se despierta para comer muchas veces que se le de una cena un poco más consistente, según las directrices del pediatra.
Obstrucción nasal: muchos bebés padecen aumento de la mucosidad nasal que obstruye el paso del aire al respirar. Si éste es el caso, el sueño mejora realizando un lavado nasal antes de ir a dormir.
La dentición: algunos bebés pueden tener molestias, por lo que si es así, el pediatra puede recetar algún remedio que lo alivie.
Cólicos: son bastante frecuentes durante los tres primeros meses de vida del bebé. Para aliviarlos cógelo en brazos, acúnalo con postura anticólico (colócale boca abajo con tu mano en su barriguita), dale el pecho o un pequeño paseo en carrito.
Enfermedad: los niños con problemas respiratorios (bronquitis, catarro, otitis…), de la piel (dermatitis atópica, urticaria…) u otros pueden dormir mal por las molestias que se derivan. Una vez pase la enfermedad, mejorará el sueño.
El sueño, una necesidad vital
El sueño es una necesidad vital y, como tal, cada bebé es un mundo. Hay lactantes que apenas necesitan siestas durante el día y escasas nueve horas por la noche y, bebés más dormilones. Lo importante es respetar el ritmo del bebé intentando instaurar una serie de rutinas que le faciliten el descanso. Se puede saber si un bebé duerme lo suficiente; si el descanso no ha sido suficiente el bebé estará irritable, bostezando y cansado; no podrá disfrutar de las actividades normales para su edad: escuchar un cuento o jugar.
El recién nacido, debido a que come con mucha frecuencia el sueño es interrumpido por la necesidad de alimentarse. No distingue el día y la noche.
A partir de los tres o cuatro meses se reducen el número de tomas nocturnas, pasa más tiempo despierto durante el día y se reducen las horas de sueño. A partir de los cinco meses la mayoría de los bebés duermen unas ocho horas seguidas por la noche.
Dormir solo o acompañado
El ritmo: es importante desde el primer día ayudar al bebé a distinguir el día de la noche. Durante el día hay luz, juegos, canciones y duerme con los ruidos habituales de la rutina diaria; en cambio por la noche la luz es ténue y no hay juegos ni mucho movimiento. Si por la noche se despierta para comer se le ofrece el pecho o biberón encendiendo pocas luces, hablando bajito y lo imprescindible.
La rutina: a los bebés les encanta saber lo qué va a pasar. Anticiparse a las diferentes actividades del día les infunde muchísima seguridad. El sueño y el descanso también deben ser una rutina. Ponerlo a dormir las siestas aproximadamente a las mismas horas: después del paseo, después de comer… y establecer una rutina diaria para irse a dormir por la noche, le ayuda al bebé a prepararse para esta actividad tan importante para su buen desarrollo. Si cada noche antes de irse a dormir se siguen los mismos pasos: baño, cena y canción de cuna (o cuento) los niños estarán más dispuestos a conciliar el sueño.
El baño es una excelente oportunidad para relajar al bebé antes de dormir. Es importante dedicar un ratito al niño para realizar una actividad tranquila antes de acostarlo: cuento, reflexionar sobre lo que ha hecho durante el día, cantar una nana o escuchar música tranquila. Después un beso y un abrazo con un "buenas noches" como despedida hasta el día siguiente.
Muchos niños necesitan un chupete o muñeco para estar más tranquilos a la hora de dormir. Hay que intentar que el bebé concilie el sueño por sí mismo en su cuna o cama. Esto en muchas ocasiones es muy complicado; con el tiempo y la rutina se conseguirá. No debemos hacer de la hora de ir a dormir un momento de lucha ni disgusto para el niño. Se aconseja que durante el día se siga un mismo horario y que se acueste a los niños entre las 19 y las 21 horas. Esto puede ser un poco más flexible en verano porque el día es más largo.
La siesta: los niños pequeños gastan muchísima energía y es muy normal que necesiten dormir algún ratito durante el día. Normalmente el bebé realiza una siesta por la mañana y otra por la tarde a partir de los cuatro o cinco meses. A medida que el niño crece, necesitará menos número de siestas y se puede empezar a plantear acortarlas o suprimir una de ellas. Primero se elimina la de la mañana. El signo clave que nos hace pensar que ya podemos suprimirla es la dificultad en la conciliación del sueño a la hora habitual de la siesta o por la noche. Hasta los tres o cuatro años muchos niños necesitan realizar una siesta al mediodía después de comer.
Despertares nocturnos: lo más habitual es que los bebés no duerman de un tirón, sobre todo durante los primeros meses de vida. En los primeros meses es normal que se despierten para comer ya que no tienen reservas suficientes de glucosa. En algunas ocasiones se pueden despertar sin llorar y, por ellos mismos, volver a conciliar el sueño. Lo más frecuente es que lloren porque echen de menos a mamá o papá. Se les debe atender siempre y tranquilizarlos; puede que tan sólo con la presencia de los padres y una caricia se tranquilice el bebé, o bien necesitar que los cojan en brazos unos minutos para que dejen de llorar y volver a la cuna. Cuando el bebé o niño está enfermo se puede despertar más por la noche o requerir más a menudo la presencia de los padres.
Dormir solo o acompañado: durante los cuatro primeros meses de vida, cuando el lactante se despierta más por la noche para tomar el pecho o el biberón se puede optar por poner la cuna en la habitación de los padres. Cada familia decide cómo será la crianza de su bebé. Se recomienda que duerma en su propia habitación a partir de los cuatro o cinco meses. El dormir con los padres en la cama debe ser una excepción. El paso del moisés a la cuna puede ser un buen momento para el cambio de habitación.
La cuna: el bebé debe dormir en una cuna con la separación entre barrotes homologada para que no pueda pasar la cabeza entre ellos. Cuando empieza a moverse más se debe colocar un protector alrededor de los barrotes para que no se haga daño. Durante el primer año de vida no se recomienda el uso de edredones ni cojines. No se debe sobreabrigar al bebé en exceso. La temperatura ideal de la habitación debe estar alrededor de los 21 o 24º C.
Via mapfre.com
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