El concepto de aventura no tiene porqué ser forzosamente sinónimo de exotismo, sino que puede ser una experiencia mucho más cercana y enriquecedora de lo que muchos ni siquiera se imaginan. Caminar no es sólo una actividad física. Hacer senderismo o volver a transitar los antiguos caminos que solían recorrer los peregrinos vuelve a estar de moda. Se ha convertido en una manera sana de explorar, y también de mantener un diálogo íntimo con las cosas y con uno mismo.
Frente a los elementos de la naturaleza, toda la agresividad acumulada desaparece como por arte de magia. Para muchos, el medirse con la inmensidad de la naturaleza logra transformarse en una gran paz interior que sirve para sentir la plenitud inherente a todo cuanto existe, para así contrarrestar todo el estrés en que habitualmente vivimos inmersos, aprendido a armonizarse.
Aunque a muchas personas la idea de caminar y, sobre todo, la de dormir en solitario pueda parecer peligrosa, en realidad si lo pensamos bien, no tiene base. La montaña es el mejor antídoto que pueda existir contra todas las violencias del mundo. Cuando una excursión o un grupo de caminantes se acerca hasta una aldea en la montaña, es normal que los lugareños consideren que están invadiendo su espacio y los traten como a forasteros. Pero cuando hasta ellos llega una persona que camina en solitario, lo normal es que se logre establecer con ellos un contacto que invite a las confidencias.
Espíritu nómada
Quien no tenga espíritu nómada, ni disfrute acampando a la luz de las estrellas, no entenderá el placer que se pueda llegar a experimentar durmiendo al aire libre después de realizar largas marchas en solitario. Pero quienes sienten esta llamada, comentan que el ejercicio y la montaña lo que les transmiten es una gran paz. Quienes se aficionan a este tipo de actividades no andan para olvidar sus problemas, ni para adelgazar, ni siquiera para llegar a la meta, sino porque caminar les obliga a buscar una realidad, un estado superior al bienestar que puedan proporcionar las cosas corrientes. Es como un ansia de algo total, absoluto y permanente.
Para poder disfrutar de la libertad que proporciona esta experiencia, sólo hace falta disponer de tiempo, de una mochila bien equipada, y que nada ni nadie se interponga entre la montaña y el caminante.
Al andar, los senderistas o montañeros aseguran captar las fuerzas telúricas de la naturaleza en estado puro. Pero sólo cuando se acuestan sobre la tierra es cuando notan como si entrasen en comunión con la fuerza de los elementos. No hay ninguna sensación parecida a la que se llega a experimentar frente a la belleza del crepúsculo o el agradable frescor del amanecer. El silencio reaviva todos los sentidos: los colores, los sonidos, los olores. ¡Todo parece recién estrenado!
Caminar y pasar la noche a la luz de la luna y de las estrellas permite disfrutar de unos instantes privilegiados en medio de un entorno espectacular. Lo demás, como la buena forma física o el que se consiga una gran armonía entre cuerpo y mente, llega después, como un regalo añadido.
Hace poco, leyendo unos textos que intentaban explicar porqué existían diferentes tipos de yogas, recuerdo una explicación que me llamó mucho la atención. Decía que si bien para unos el orar desde el sentimiento puede ser lo apropiado, para otros puede que la clave resida en la búsqueda del conocimiento profundo y en el obtener el control físico a través de la acción. Creo que esta definición podría ayudarnos a entender un poco mejor a quienes viven esta pasión.
Claves para poder dormir al aire libre
1. Gozar de buena salud, y hacer ejercicio con regularidad
2. Contar con el equipo adecuado
3. Acostumbrarse a llevar y a cargar siempre el mismo equipo.
4. Acostumbrarse a comer con frugalidad.
5. Entrenarse para aguantar el frío.
6. Adquirir la suficiente autonomía como para poder acampar donde se desee.
7. Repartir bien las horas de esfuerzo y las de descanso.
8. Ser capaz de concentrarse, y también ser capaz de controlar la imaginación.
Via .vitonica.com
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