Las pesadillas llegan a ser consideradas un trastorno del sueño cuando interfieren con la actividad cotidiana.
Los trastornos primarios del sueño se dividen en dos grandes grupos: las disomnias y las parasomnias. Las primeras se caracterizan por trastornos en la cantidad, calidad y horario del sueño (dormir pocas horas, tener la sensación de no descansar o tener el sueño cambiado), mientras que las segundas se caracterizan por acontecimientos o conductas anormales asociadas al sueño, a fases específicas o a momentos de transición sueño-vigilia (sonambulismo, terrores nocturnos, bruxismo, etc.)
Las parasomnias se presentan en la fase no-REM, a excepción de las pesadillas que se presentan en la fase REM del sueño. Esta fase REM es más frecuente en la segunda mitad de la noche y por ello las pesadillas se dan con mayor frecuencia en este período. Son trastornos muy comunes en la infancia que tienen a desaparecer con la edad, aunque pueden aparecer esporádicamente o persistir en la vida adulta. Según el DSM-IV (Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales, en inglés Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders), el primer episodio de pesadilla suele aparecer por primera vez entre los 3 y 6 años y es en este periodo cuando son más frecuentes. Entre un 10% y un 50% de los niños de 3 a 5 años tiene pesadillas de suficiente intensidad como para inquietar a los padres. En la población adulta hasta el 50 % de los individuos dice haber tenido pesadillas en alguna ocasión. Sin embargo, la prevalencia real de las pesadillas no se conoce.
Lo que caracteriza a las pesadillas es la aparición repetida de sueños desagradables, terroríficos. Suelen ser largos y elaborados, de contenidos que se centran en peligros físicos para el niño, lo que puede provocar ansiedad o terror, acompañados de sudoración o taquicardia. Además, se recuerda el contenido de estos sueños. Las pesadillas despiertan al niño, quedando en estado vigil, y todos estos factores mencionados pueden ocasionar problemas cuando intenta conciliar el sueño de nuevo.
Aunque las pesadillas no suponen un riesgo por sí mismas para la salud del niño, sí que pueden producir temor a dormir si éstas son frecuentes. Es en estos casos cuando puede alterarse el patrón de sueño y aparecer de manera secundaria somnolencia excesiva, irritabilidad, ansiedad, etc. Es aquí cuando son objeto de intervención psicológica o asesoramiento. Las pesadillas esporádicas en niños no deben ser un motivo de preocupación, en tanto que constituyen una parte fundamental dentro del proceso madurativo infantil. Lo que sí resulta imprescindible es diferenciarlas de los terrores nocturnos, ya que sus causas y consecuencias son diferentes.
Diferentes disciplinas como la Psicología, la Psiquiatría y la Neurología han investigado acerca de las causas de las pesadillas, sin que exista un consenso claro sobre por qué se producen, qué función cumplen o qué relación tienen con ciertas enfermedades. En ocasiones se ha comentado la existencia de una predisposición genética a padecerlas y varios estudios la relacionan con ciertos trastornos psicológicos, alteraciones de la personalidad y enfermedades psiquiátricas. Algunos especialistas han indicado como causa principal el estrés y la ansiedad.
Asimismo, su aparición está directamente relacionada con sucesos traumáticos y la ingesta algunos fármacos como el L-dopa, beta-bloqueantes y benzodiacepinas. De este modo, es habitual que una persona que presenta preocupaciones personales, emocionales, sociales o laborales tenga pesadillas. Parece ser que las pesadillas relacionadas con sucesos negativos cumplen una función adaptativa, permitiendo una exposición repetida el suceso estresante. De igual modo, resulta importante prestar atención contenido naturaleza de los sueños, especialmente cuando son recurrentes. Una pesadilla que se repite puede indicar que el organismo está enviando un aviso de que algo no está funcionando bien.
Cómo evitar las pesadillas
Algunos de los consejos que proporcionan los expertos son:
- Evitar el consumo de alcohol antes de dormir.
- Evitar el consumo de estimulantes antes de dormir. Pueden actuar sobre el metabolismo e incrementar el nerviosismo y ansiedad.
- Poner tapones en los oídos, por si los ruidos del exterior o de la casa pudiesen influir en el sueño.
- Hacer ejercicios y técnicas de relajación. La actividad física y técnicas como el yoga o la meditación ayudan a dormir mejor ya que libera tensiones.
- Regular la temperatura de la habitación; no pasar ni frío ni calor estabiliza el sueño.
- Usar la técnica del Sueño Lúcido o "Lucid Dreaming", técnica en la que se enseña a la persona a cambiar sus sueños ya que es consciente de que está soñando.
Ayudar a los niños tras una pesadilla
A partir de los 5 años, aproximadamente, el niño comenzará a entender mejor que las pesadillas son sólo sueños, pero hasta que llegue ese momento, es importante tranquilizar a los pequeños mencionándoles que no son reales, usando una voz suave y relajada. Puede que el niño cuente el sueño, pero no se entrará en detalles para que no vuelva a angustiarse. Si aún persiste el miedo, alguno de los padres puede quedarse en el cuarto con el niño hasta que consiga dormirse o bien dejar una lámpara encendida (sin que se convierta esto en una costumbre). Cuando el niño ya tiene más edad es importante hablar con él sobre la pesadilla al día siguiente; así se puede saber si existe algún problema que lo esté preocupando.
Para saber más sobre el sueño y los trastornos que puedan aparecer, te recomendamos la entrevista que la Asociación Española del Sueño concedió a Bekia sobre el tema.
Via bekiasalud.com
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