Un tercio de nuestro tiempo lo dedicamos a dormir, y es un tiempo básico para poder recuperar la energía necesaria para el bienestar físico y mental. El insomnio se define como la dificultad en conciliar el sueño o bien el despertar frecuente durante la noche o temprano por la mañana, que no permite la función reparadora del sueño. Después de un sueño no reparador se producen síntomas como la irritabilidad, la disminución de concentración, la somnolencia o pérdidas de memoria, dificultado la vida social y laboral.
Durante la menopausia el sueño se hace más liviano, con más despertares nocturnos, pero los años antes de la menopausia ya empieza a variar la calidad del sueño. Los sofocos nocturnos pueden ser frecuentes produciendo múltiples despertares durante la noche que no permiten la función reparadora del descanso.
Se produce una sensación de calor acompañada de sudoración, aumento de la frecuencia cardíaca y en algunas ocasiones con síntomas de ansiedad. Algunos cambios en el estilo de vida pueden aliviar los sofocos nocturnos como la utilización de ropa de algodón o lino para dormir, evitar la cafeína, el alcohol y los azúcares y aumentar la ingesta de fitoestrógenos en la dieta.
En la postmenopausia pueden aparecer desórdenes respiratorios que alteren la calidad del sueño, como la apnea obstructiva del sueño. Se produce una obstaculización en el paso de aire por las vías respiratorias y por tanto aparece el ronquido. Si la obstrucción es completa se produce una apnea, es decir el cese momentáneo de la respiración.
Via mapfre.es
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