El dormir es la actividad que más tiempo ocupa en la vida de una persona, la mayor parte de las personas pasan la tercera parte de su vida durmiendo un aproximado de ocho horas diarias, de las cuales la mitad aproximadamente estamos soñando. El dormir es un período de reposo para el cuerpo y la mente, e durante el cual la voluntad y el conocimiento se encuentran bajo inhibición parcial o completa y están parcialmente interrumpidas las funciones corporales.
Se ha descrito como un estado de la conducta que consiste en postura inmóvil y sensibilidad disminuida, pero fácilmente reversible, a los estímulos externos. Así en el adulto humano la duración de ocho horas al día, pero se ha observado a personas que duermen solo tres horas sin que le produzca trastorno alguno mientras otros requieren de 10 o más horas. De esta manera se encuentran dos tipos de personas, los durmientes breves de 5.5 horas o menos y los durmientes prolongados de 9.5 horas o más. La diferencia entre ambos es que los durmientes breves tienen menos sueños de tipo paradójico.
De todas las obras que escribió Sigmund Freud, “La interpretación de los sueños” (1900) fue su preferida. Para el inventor del psicoanálisis, del que el próximo sábado se celebra el 150 aniversario de su nacimiento, en el soñar se encuentra el mejor puente hacia nuestro inconsciente. Hoy, la fascinación por lo onírico continúa espoleando a buen número de investigadores que tratan de desentrañar su significado. Magazine le propone un viaje por los 11 sueños más comunes.
Todos soñamos. Hasta los que dicen que no (no insista, usted también, a menos que tenga alguna lesión cerebral que se lo impida). Lo hacemos cada noche, de forma tan cotidiana como de día comemos o caminamos. Y, sin embargo, apenas sabemos nada de los sueños. Para el común de los mortales, el olvido los transforma pronto en borrosas anécdotas de segunda. Y para quienes los investigan, son un material tan inasequible que incluso se resiste a la definición (¿qué son los sueños?, ¿desechos? ¿Mensajes del subconsciente?, ¿imágenes sin sentido?).
Para el ahora homenajeado Sigmund Freud, nacido en Viena el 6 de mayo de 1856, los sueños eran "la realización encubierta de un deseo reprimido". El psicólogo Calvin Hall los ha definido, por el contrario, como "metáforas pictóricas de la vida real cuya intención es clarificar más que oscurecer el pensamiento". Algunos investigadores como William Domhoff, de la Universidad de California, afirman que, pese a tener significado, los sueños carecen de función fisiológica. Otros, como Hans J. Eysenck, creen que, sencillamente, continúan la labor de pensar, pero con otros medios.
Decir que las encuestas acerca de ese estado en el que pasamos alrededor de 58.400 horas a lo largo de nuestra vida (dos por noche de media) no abundan. Pero algunos investigadores estadounidenses sí se han tomado la molestia de poner el mundo de los sueños en porcentajes. Uno de los pioneros en la materia, el ya mencionado Calvin Hall, llevó a cabo una investigación gracias a la cual conocemos aspectos muy interesantes de nuestra otra vida. Por ejemplo, que en la mayor parte de los sueños (85%) el promedio de personas que aparecen es de tres (soñador incluido). El escenario más repetido es la casa (30%) y las emociones más habituales (en orden decreciente): el temor, la angustia, la felicidad, la excitación y la tristeza.
Cabe preguntarse, no obstante, si soñamos hoy distinto a como se soñaba en los años 50, si los resultados de la investigación de Hall tienen aún vigencia. Según un estudio realizado por el también norteamericano Milton Kramer, los contenidos oníricos varían con la situación económica, social y política del momento que se vive. También sabemos que los sueños no entienden de razas ni de nacionalidades, que son más similares entre personas de edades similares o del mismo género que entre quienes comparten color de piel o pasaporte. La gran mayoría, según estudios como los realizados por Domhoff, están protagonizadas por situaciones, actividades, personalidades y pensamientos absolutamente cotidianos para el soñador.
Tanto, que un 67% de los dependientes a bebidas alcohólicas en abstinencia sueñan que consumen alcohol. Asimismo, las personas que experimentaron estos sueños percibieron una serie de cambios psicológicos, fisiológicos y biológicos. Resultado que fue encontrado en un estudio exploratorio realizado por el psicólogo clínico peruano Luis S. Espinoza Paul que exploro la frecuencia, incidencia y características de los Sueños deTransgresión Inadvertida (STI) - sueños en donde las personas de repente se dan cuenta de que están bebiendo y que incurren en esta conducta de manera inadvertida, sin haberlo planeado- por el contrario, un 33% de adictos a las bebidas alcohólicas en actividad no tienen sueños de este tipo.
Todo esto refuerza la tesis de que los sueños son una expresión del cerebro inconsciente. Según Tore Nielsen, del Dream and Nightmare Laboratory de Montreal, podrían ser, además, una especie de aduana para los recuerdos en su viaje a través de la mente. Según han constatado este investigador y su equipo, la actividad del hipocampo, zona localizada bajo la corteza cerebral y que tiene un papel determinante en la formación de la memoria, se hace especialmente intensa durante la fase REM (de Rapid Eye Movement por la gran actividad de los ojos durante la misma), que es en la que tienen lugar los sueños más intensos. Cuando un recuerdo aflora en un sueño (lo que Freud llamaba "los residuos del día") es, según Nielsen, porque éste va camino de su lugar de almacenamiento final.
En cualquier caso, ya son muchas las investigaciones —las últimas, realizadas en las universidades de Lübeck (Alemania) y Durham (EEUU) y publicadas en Nature— que demuestran el importante papel que cumple la fase REM en la consolidación de los recuerdos y el aprendizaje en la memoria. Que los sueños sean materia prima sobre la que se realizan tales procesos o sólo un velo que nos oculta lo que se cuece detrás, todavía no lo sabemos. Por el momento, habrá que conformarse con seguir soñando... O consultar la guía sobre los contenidos oníricos más frecuentes que hemos elaborado en base a los más recientes hallazgos.
Socorro. Me persiguen
El 80% de las personas ha tenido sueños de este tipo y, según Patricia Garfield, psicóloga estadounidense con 50 años de experiencia a sus espaldas, co-fundadora de la Asociación para el Estudio de los Sueños y autora de numerosos libros sobre el tema, este tipo de sueños podría tener su origen en las traumáticas experiencias que sufrieron nuestros ancestros al ser perseguidos por animales salvajes o enemigos igualmente fieros. Con el paso del tiempo, se perpetuaron en nuestro cerebro como metáforas para expresar la sensación de sentirse amenazado, incluso en situaciones cotidianas y mucho más suaves como tener un competidor en el trabajo. En otros casos, puntualiza esta experta, pueden ser reflejo de una amenaza real, como la propia Garfield ha constatado en sus investigaciones sobre los sueños de mujeres que han sido víctimas de abusos sexuales o violaciones.
Estoy desnudo, qué vergüenza
Según Patricia Garfield, el 52% de la población ha tenido alguna vez este sueño. Manifiesta emociones de vulnerabilidad presentes en la vida real. De alguna forma, el soñador se siente sometido al riesgo de tener que mostrarse como es en realidad o al miedo de no responder a las expectativas depositadas en él. Otro asunto son los sueños eróticos, con o sin desnudez de por medio. Curiosamente, pese a ser los más comentados, las investigaciones más recientes demuestran que son también... los más escasos. Como explica el investigador William Domhoff , "los estudios sistemáticos sobre el contenido de los sueños sugieren que hay muy poco sexo explícito en ellos". Según Domhoff, si nos centramos en el acto sexual, los sueños eróticos sólo representan el 2% de los que tienen los hombres y el 0,4% de los de las mujeres.
¡Se me caen los dientes!
Suele ser un sueño muy angustioso y es, de entre los considerados raros, uno de los más frecuentes junto con volar, aparecer en público sin ropa o caer a través del espacio. Podría estar relacionado con temores o insatisfacciones del propio soñador. Aunque puede aparecer a cualquier edad, recientes estudios muestran que las mujeres menopáusicas sufren este tipo de sueños con mayor frecuencia, lo que apoyaría la teoría que relaciona estos contenidos oníricos con el temor a envejecer, a la pérdida de atractivo físico o, desde un punto de vista aún más general, con el temor a los cambios. La caída de los dientes de leche supone un acontecimiento de gran impacto en la vida del niño —donde se mezclan el miedo, las expectativas, la frustración.. que puede cristalizar en una metáfora onírica, como ocurriría, supuestamente, con otros sueños como el de ser perseguido.
¡Qué horrible pesadilla!
Para alrededor del 6% de los adultos, las pesadillas son un problema habitual. El resto, las sufre de cuando en cuando. Eso sí: según una encuesta que se realizó hace unos años en nuestro país, una cuarta parte de los españoles nunca tiene pesadillas. Sólo se consideran como tales si logran despertar al sujeto. En lo fisiológico, las pesadillas, que siempre se producen en la fase REM, están relacionadas con un aumento del ritmo cardíaco y de la presión sanguínea. Por lo general, reflejan una situación de estrés. Cuando se refieren a un acontecimiento real (como suelen ser las que sueñan quienes sufren de estrés postraumático: veteranos de guerra, supervivientes de catástrofes o accidentes, etcétera) son a menudo repetitivas. Sin embargo, a medida que la experiencia es asimilada, el sueño en cuestión disminuye su frecuencia de aparición y altera su contenido, convirtiéndose en una metáfora que puede reaparecer, incluso años después, cuando volvemos a sufrir una situación estresante.
Tengo que hacer un examen
Un 40% de las personas sueña alguna vez que tiene problemas al realizar un examen. Según Garfield, las sensaciones de temor y estrés que vivimos cuando nos enfrentamos a los primeros exámenes en la escuela son tan intensas que perduran durante toda nuestra vida. Los sueños en los que de repente tenemos que enfrentarnos a un examen que no nos habíamos preparado o que, sencillamente, no resolvemos bien, están muy probablemente relacionados con la autoestima. Reflejarían que, en la vida real, no nos sentimos lo suficientemente preparados para realizar alguna tarea o afrontar determinado reto, o bien, que tememos defraudar a los demás. Otra versión del mismo sueño, muy frecuente, es la de no ser capaz de encontrar el aula donde va a tener lugar el examen, con la consiguiente sensación de angustia.
Me pego a golpes con alguien
Los sueños de agresión física son más frecuentes entre los hombres que entre las mujeres, cuyo inconsciente parece decantarse por la lucha verbal. En cualquier caso, soñar que uno se ve envuelto en una pelea parece manifestar la existencia de un conflicto, probablemente, con uno mismo. Es posible que este tipo de sueños tenga lugar en épocas durante las cuales sea necesario tomar una decisión. Fisiológicamente, podrían estar relacionados con la activación de la amígdala y otras partes del sistema límbico, nuestro cerebro más primitivo que controla emociones como la agresión, el miedo y la rabia, durante la fase REM del sueño. Según las investigaciones del psicólogo Calvin Hall, las actividades más practicadas en los sueños son (en orden decreciente): caminar o correr o conducir, hablar, sentarse, observar, relacionarse, jugar, realizar un trabajo manual, esforzarse, pelear y comprar. Por cierto: se ha constatado que en los sueños raramente se siente dolor.
¡Me muero!
Un 48% de las personas, según la investigadora estadounidense Patricia Garfield, ha soñado que muere o que es herida de manera accidental (sus datos difieren radicalmente de los de Calvin Hall, según el cual este porcentaje no superaría el 8%). Tradicionalmente, soñar que uno muere se ha tenido por mal presagio. Sin embargo, desde la psicología se acepta más que se trate de un sueño relacionado con cambios drásticos en la vida del soñador (que tienen lugar o que se desean). Gracias a las investigaciones de Hall sabemos, además, que en una tercera parte de las ocasiones, cuando soñamos con familiares, también éstos aparecen en peligro o muertos. ¿Cómo lo sabemos? Fundamentalmente, porque lo vemos. Gracias al neurólogo Kunio Okuma sabemos que, en los sueños, es el contenido visual el que predomina —96%—, seguido del auditivo —25%—, mientras que el olfato, el tacto y el gusto sólo representan del orden del 5%.
Se lo ha tragado la tierra
Algunas teorías sostienen que todos los personajes que aparecen en el sueño son, en realidad, uno mismo. Si soñamos que estamos con alguien y, de repente, esa persona desaparece, podría referirse a la inquietud que sentimos porque una parte de nosotros mismos nos abandone (la infancia, la juventud, alguna faceta de nuestra personalidad...). No obstante, estos sueños también pueden atribuirse a un proceso neurológico. Durante la fase REM se produce una caída tanto de los niveles de serotonina —neurotransmisor vinculado a la memoria reciente— como de la norepinetrina (vinculado a la atención). Asimismo, la zona dorsolateral de la corteza prefrontal, implicada en la memoria y la atención, se desactiva. Esto podría explicar por qué en el transcurso de un sueño éste puede cambiar repentinamente de escenario, argumento o reparto. Sencillamente, la falta de serotonina y norepinetrina y la desactivación de la corteza prefrontal hace que perdamos el hilo de las personas lo tiene, según Patricia Gardfield), breves y generador de sobresaltos que existen. Su trasfondo parece ser más fisiológico que psicológico. Estaría relacionado con la profunda relajación muscular que acontece al entrar el durmiente en la fase REM del sueño o bien, todo lo contrario, a la salida de este estado, es decir, cuando se produce la reactivación de las neuronas motoras. Lo cierto, no obstante, es que los sueños protagonizados por caídas suelen aparecer durante la primera etapa del sueño, más abundante en espasmos musculares. Aunque no se sabe con certeza su utilidad, existe la hipótesis de que estos espasmos cumplan la función de sacar al durmiente de su estado de una forma rápida y efectiva y ponerlo de nuevo en alerta. ¿Para qué? Por si viene alguna fiera...
Volar es un placer
Soñar con volar suele ser uno de los denominados sueños lúcidos, lo que significa que el durmiente sabe que se trata de un sueño mientras éste está teniendo lugar. Según Patricia Garfield, el origen de las sensaciones que sentimos cuando soñamos que volamos estaría en las que sentimos de bebés al ser alzados por los brazos de un adulto. Ciertamente, por regla general, se trata de sueños donde se experimenta felicidad, y podrían ser metáfora de superación de obstáculos o liberación. Desde el punto de vista neurológico, este tipo de sueños irreales parece coincidir con la desactivación, durante la fase REM, de la corteza prefrontal, responsable en gran medida del pensamiento lógico. No es un sueño que aparezca con mucha frecuencia —según Domhoff, sólo representaría el 1%— pero, como también afirma este investigador, mucha gente lo ha tenido alguna vez.
Quiero moverme... y no puedo
Estos sueños, muy angustiosos para quienes tienen la mala suerte de padecerlos, ya que suelen desarrollarse al borde de la vigilia (lo que les confiere una espectacular apariencia de realidad), parecen estar relacionados con el relajamiento muscular radical que acontece durante la fase REM. A pesar de que, al despertar, nuestra mente regrese al estado de vigilia, puede ocurrir que la parálisis que caracteriza a este período del sueño (y que parece tener lugar para evitar que nos dañemos durante el estado de inconsciencia) tarde algo más en desaparecer. Según Domhoff, la angustia es la sensación que domina el 15% de los sueños. De hecho, los sueños que producen emociones desagradables superan con mucho (64%) a los que las producen de signo positivo. Una pena, toda vez que soñar es... obligatorio.
Via psicologia-salud.com
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