Hoy viajamos al uno de enero de 1964. En pleno centro de San Diego, mientras todo el mundo celebra el fin de año, un joven grita que él es Paul Lowe. Chilla, increpa y zarandea a la gente que pasa a su lado. Y con razón, él es Lowe, ¡LOWE!, uno de los mejores jugadores de fútbol americano del sur de California. ¡Y no lo reconocen! Es como si Cristiano Ronaldo o Messi se pasearan por la Puerta del Sol o las Ramblas y pasaran desapercibidos. ¿Qué es lo que estaba pasando?
Eso se preguntaban también los transeúntes al ver que aquel adolescente blanco, bajito y delgado gritaba como un loco que él era una de las grandes estrellas negras de los San Diego Chargers. O bueno, igual ni se lo preguntaban porque eran las tres de la mañana y seguramente no sería más que otro borracho diciendo tonterías en la calle. Por suerte, nosotros sabemos que no. Ese muchacho era Randy Gardner, la persona que ha pasado más tiempo sin dormir de la que tenemos constancia. Y ese era sólo su quinto día despierto. Veamos qué le pasa a tu vida si decides dejar de dormir por completo.
Día 1: Todo en orden
Cuando el joven Gardner se fue a dormir el 27 de diciembre el plan era no volver a hacerlo en mucho tiempo. Un par de días antes Bruce McAllister, Joe Marciano Jr y el propio Randy Gardner habían tenido una idea brillante. Se acercaba la 'Feria de Ciencias' del instituto y qué mejor forma de aprovechar las vacaciones de Navidad que poniendo en riesgo de forma absurda la vida y la salud de uno de ellos. Gardner iba a superar el récord de 260 horas sin dormir que en 1959 había establecido un dj hawaiano. No estaba claro si ganarían el premio de la Feria de Ciencias, lo que sí era seguro es que si la cosa se torcía podían fácilmente ganar el Darwin.
Se despertó a las seis de la mañana del 28 de diciembre. Y el primer día todo fue bien. Como hemos comentado en otras ocasiones, las consecuencias físicas, motoras y psicológicas de no dormir durante 28 horas seguidas son equivalentes a llevar una tasa de alcohol en sangre superior a la permitida para conducir. Algunos expertos comentan que se empieza a ver afectado el juicio, se deteriora la memoria, tomamos peores decisiones y nuestra coordinación se ve resentida. En realidad, el mayor problema de pasar un día sin dormir no está provocado por la falta de sueño, sino por la costumbre. Los hábitos son los mejores aliados del sueño y, por eso, a la hora en que solemos echar una cabezada, nos entra una somnolencia casi infinita. No obstante, ¿Quién no ha pasado 24 horas sin dormir? No es recomendable, pero es relativamente habitual.
Día 2: Empiezan los problemas
Durante el segundo día, la cosa empezó a cambiar. A Gardner comenzaron a dolerle los ojos. Y mucho. De hecho, a partir de ese momento dejó de ver la televisión porque le molestaba. Esto, junto con un aumento de la tensión arterial, era esperable y se sabía qué podía ocurrir. Más rara fue la astereognosis suave que desarrolló. Es decir, perdió levemente la capacidad de distinguir la forma de los objetos que tocaba.
Más raro sí, pero no demasiado. En realidad, se sabía muy poco sobre lo que podía pasar. En 1894, la médica rusa Maria Manaseina hizo un experimento con cuatro cachorritos adorables a los que privó del sueño. Los cachorros murieron al quinto día y Manaseina dejó la línea de investigación. En su famoso libro sobre el sueño, explicó que ese tipo de experimentos eran 'demasiado dolorosos'. Un par de años después .
Allen Gilbert y George Patrick llevaron a cabo el primer experimento en humanos del que tenemos constancia. En la Universidad de Iowa, un profesor adjunto estuvo noventa horas sin dormir hasta que comenzó a alucinar (en colores, literalmente). Decía que todo estaba recubierto por "una capa grasienta". Tras eso se decidió cortar el experimento, marcando una línea temporal que no se volció a cruzar en mucho tiempo. De hecho, si tomamos como referencia este estudio, hasta el experimento escolar de Gardner y sus amigos, se realizaron 175 intentos. Todos de menos de 102 horas y todos sin efectos graves a largo plazo. Eso nos da cuatro días de relativa seguridad. En principio.
Día 3 y 4: Mal humor y falta de cooperación
El tercer día estaba insoportable. Cambios de humor, dificultad para coordinar movimientos y para decir trabalenguas. Y nauseas, muchas nauseas. El mal humor fue a peor el cuarto día. Se volvió irritable y poco cooperativo.
Esto era un problema. McAllister y Marciano estaban con él y le ayudaban a que no se durmiera. Como estaba prohibido usar estimulantes (cafeína, teína o cosas por el estilo) para no alterar el experimento, lo tenían entretenido con otras cosas: jugaban a juegos de mesa con él, lo sacaban de paseo o lo acompañaban al baño para darle conversación y que no se durmiera sentado en el retrete. A medida que se volvía menos cooperativo, todo se volvía mucho más complicado. Esa la noche, comenzó a tener lagunas de memoria y a sentir como si tuviera algo apretándole la cabeza. Pero lo peor estaba a punto de llegar.
Día 5: Alucinaciones
A las 3 de la mañana, salieron a dar una vuelta para despejarse. Gardner comenzó a ver como una gruesa niebla se levantaba en la calle y confundió las señales de tráfico con personas. Al poco, comenzó a gritar que él era Paul Lowe. Durante las siguientes dos horas, estuvo convencido de ello y, por sus declaraciones a favor de la superioridad de los afroamericanos, si hubiera sido de día se habría alistado sin dudarlo en las Panteras Negras.
Durante todo el quinto día, las alucinaciones hipnagógicas (alucinaciones en las que la realidad y los sueños se confunden) continuaron. Es de suponer que este es el motivo por el que los experimentos anteriores se acaban a las cien horas. Pero este tipo de alucinaciones tan intensas capaces de asustar hasta al investigador más duro, no consiguieron asustar a tres estudiantes de instituto.
Días 6, 7 y 8: La cosa se pone fea
Decía el zoólogo inglés Percival Dumbledore (1999) que "en los sueños encontramos un mundo enteramente nuestro". Tan nuestro, tan nuestro que la privación del sueño se ha utilizado como tortura durante prácticamente toda la historia de la humanidad. Para Matthew Hopkins, «Cazador general de Brujas» de Inglaterra desde 1644, el uso de este tipo de técnicas para sacar testimonios era el pan nuestro de cada día. En la China del diecinueve iban un poco más allá y se usaba con relativa frecuencia como método de ejecución. Por su parte, los nazis, que en cuestiones de sadismo no se perdían una, también hicieron numerosos experimentos para averiguar cuanto tiempo podía estar una persona sin pegar ojo.
Durante los tres días siguientes se empezó a ver claro por qué es una tortura perfecta. Descoordinación, astereognosis, irritabilidad, cefaleas, dolores articulares, falta de cooperación, lapsos de memoria, incapacidad para concentrarse: Gardner estaba pasándolo mal. Su capacidad para hablar estaba cada vez más deteriorada. Conforme apsaban las horas parecía más difícil conseguir superar las 260 horas.
Día 9: La caballería
A los nueve días, su pensamiento cada vez estaba más fragmentado, no conseguía terminar las frases y su visión se volvió permanentemente borrosa. Ese día, William Dement llamó al timbre.
Dement, profesor de la universidad de Stanford, era uno de los especialistas del sueño más importantes de Estados Unidos. Con los antecedentes que habían existido (ya saben, inquisidores, nazis y torturas chinas) y sin conocer las consecuencias de ese insomnio voluntario, hacer experimentos con personas era muy difícil. Por eso, cuando se enteró de que había alguien haciéndolo por su cuenta y riesgo, cogió el coche y se plantó allí. El interés era genuino, o lo parecía, porque entre Stanford y San Diego hay unos 800 kilómetros de distancia.
Los últimos días
Durante los siguientes días de vigilia, Gardner decía estar escuchando la radio, aunque no había ningún sonido en la habitación. Controlado por Dement, con los cuidados adecuados y gracias al cansancio y al deterioro funcional, no hubo grandes problemas. De hecho, Dement comentó en alguna ocasión que el décimo día, Gardner le ganó jugando al pinball. El 8 de enero de 1964, cuando se cumplieron las 264 horas, pasó algo realmente inaudito en el experimento:
Gardner se fue a dormir.
Durmió durante catorce y se despertó de forma natural. En ese momento, lo llevaron al Hospital Naval de San Diego donde le atendió el neurólogo John Ross. A corto plazo, Ross detectó graves alteraciones cognitivas y conductuales, pero con el paso de lo días desaparecieron. Casi cuarenta años después, Alex Boese entrevistó a Gardner y no parecía haber sufrido ninguna consecuencia reseñable. "Bueno, dejé de trasnochar después de aquello", comentó entre risas al divulgador.
A día de hoy, seguimos a ciegas. Este es el límite más avanzado donde ha llegado la ciencia en humanos. Por algunos experimentos animales, se estima que la muerte llega tras tres o cuatro semanas de privación del sueño. No está muy claro el porqué, pero sí se sabe que el sistema inmune se vuelve loco y empieza a atacar al cuerpo produciendo incluso lesiones en la piel.
"¿Qué sucede en tu vida cuando dejes de dormir por completo?", La respuesta en realidad es sencilla: Que se acaba. Literal y metafóricamente. Y no de una forma cómoda y agradable. Como saben las cientos de miles de personas que sufren de insomnio crónico, no dormir se vuelve en algo desquiciante, doloroso y terrible. La salud física y la psicológica se erosionan poco a poco como las caras de una moneda demasiado usada. Es, si me permiten la expresión, un infierno en vivo y en directo. Espero que ahora entiendan que no hay nada más bonito en esta tierra que dar las buenas noches.
Via magnet.xataka.com
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
0 comentarios:
Publicar un comentario