Todos hemos aprovechado el fin de semana para "recuperar" horas de sueño.
Pero no funciona así: aunque tú duermas más, tu metabolismo intenta seguir su horario habitual.
Despiertas cansado, confuso y con algo parecido a una resaca.
Y eso sí sólo eres hipersomne de fin de semana: los habituales afrontan muchos más problemas.
El calor nocturno, la vuelta de las vacaciones... Dormir mal tiene sus problemas: nos volvemos peores en todas las tareas, más lentos, desmemoriados... Los vimos aquí, cuando hablamos de los supertipos que pueden dormir entre cuatro y seis horas sin sufrir la tortura que esa falta de sueño produce en los demás. Tras unos días así puede que todos hayamos intentado la "solución infalible" en algún momento de nuestras vidas. “Ok, he dormido poco estos días, pero ya es finde: no pienso salir de la cama el sábado hasta que no sea la hora de pedir comida a domicilio. Combo perfecto”.
Pero el sábado a la hora de comer descubres que tienes una especie de resaca de sueño: leve dolor de cabeza, falta de coordinación motora, somnolencia. Y la sensación de que el plan no ha salido como debería cuando te tiras 15 minutos para pedir un triste menú a domicilio. Te has pasado durmiendo, algo que no es tan dañino o potencialmente letal para tu cerebro como la falta de sueño, pero que es un desastre para tu organismo en general.
No puedes engañar a tu reloj interno
El problema es que el ciclo de sueño lo regulan dos componentes. El más conocido es el “reloj circadiano”, que consiste en un puñado de células de nuestro hipotálamo que nos ayudan a regular el ciclo de sueño en el día a día. Y, todavía más importante, controla una buena parte de nuestros horarios internos y sus recursos energéticos. Porque tus células y órganos también tienen sus jornadas de trabajo y períodos de descanso.
¿Que por qué no está siempre en hora? Porque ni los humanos tenemos ciclos de 24 horas exactas, ni los días duran siempre lo mismo. Y, aunque sea sensible a la luz y los cambios ambientales, tiene más o menos un ritmo propio. Un ritmo que no se detiene cuando duermes de más.
Y ahí está el problema: tú has dormido 11 horas, pero tus mecanismos internos no han esperado por ti. El ciclo se puso en marcha horas antes, mientras tú seguías durmiendo. Y tu cuerpo se confunde. Piensa en algo parecido a los horarios del transporte público en jornada laboral. Imagínalos aplicados a un sábado. Autobuses y metros circulando a la misma frecuencia, prácticamente vacíos, porque no hay nadie. Algo falla. A tu organismo le pasa lo mismo cuando duermes de más: estás rompiendo sus expectativas programadas.
De paso, estás añadiendo problemas adicionales: deshidratación -todo ese tiempo durmiendo es tiempo en el que no estás bebiendo agua-, exposición a la luz solar -que también desempeña un papel importante-, etcétera. Por eso te despiertas fatigado, confuso, perezoso: estás jugando a algo para lo que tu organismo no tiene respuesta inmediata.
Es, por poner otra analogía, una versión en miniatura de lo que sucede con el jet lag: un aparato metálico de más de 300 toneladas te ha escupido a seis zonas horarias de tu ritmo habitual en menos de un día. ¡Claro que la evolución no te ha diseñado para darle respuesta a algo así! Ni para el jet lag social que nos produce la sociedad conectada.
Los problemas de dormir de más a menudo
Dormir de más un día no supone un destrozo serio. Y con “de más” nos referimos a todo lo que exceda nueve horas -nuestro ciclo óptimo está entre las siete y las nueve horas, dependiendo de cada cual-. El problema viene cuando se convierte en algo habitual.
Tenemos una buena lista de los riesgos para la salud relacionados con la hipersomnia a corto, medio y largo plazo: inflamación, fatiga, problemas de memoria y de rendimiento cognitivo, mayor riesgo de demencia y de trastornos mentales, depresión, dolores de cabeza, diabetes, obesidad, trastornos hormonales, mayor riesgo de ataques cardíacos y cerebrales y una esperanza de vida más corta. Aparte, los hipersomnes afrontan un “mayor riesgo de morir por todo tipo de causas”.
Lo que pasa es que no está muy claro la relación entre problema y sueño. En algunos casos concretos, la relación también funciona a la inversa. Los que sufren apneas del sueño, por ejemplo suelen tener problemas cardíacos asociados. Pero también tenderán a la hipersomnia porque la apnea les resta parte de la eficacia que necesitamos al dormir. O, en el caso de las depresiones, es la pescadilla que se muerde la cola: alguien con depresión persistente tiende a dormir de más, pero dormir de más también está ligado con la aparición de depresiones. ¿Qué significa esto? Lo has adivinado: no tenemos ni idea de cómo funcionan los mecanismos del sueño.
Hasta que los desentrañemos -ahora mismo estamos intentando entender algo tan básico como por qué necesitamos dormir o qué hace que tu cuerpo decida tener sueño-, la única recomendación es seguir el dictado de tu cuerpo: dormir más o menos de lo que necesitas está mal. Alterar los ritmos naturales de sueño también. No es sólo que te vuelvas una criatura gruñona o malencarada cuando se alteran: es que por dentro todavía es peor. Pero de la higiene del sueño hablaremos otro día.
Via revistagq.com
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