Cómo la tecnología está acabando con nuestro sueño y dañando nuestra salud

viernes, 24 de mayo de 2013
Un tercio de la población española padece problemas relacionados con el sueño. Duerme menos de lo que debería, lo que supone un factor de riesgo que precipita la aparición de enfermedades neurológicas, cardiovasculares, diabetes u obesidad. No en vano, dormir menos de cinco horas aumenta en un 15% el riesgo de muerte prematura respecto a la gente que duerme correctamente.Y lo hace mucha más gente de lo que parece. En Reino Unido un estudio demostró que al menos el 5% de la población dormía por debajo de este tiempo.

Se ha hablado largo y tendido de las razones por las que dormimos cada vez menos. Solemos culpar a nuestras extenuantes jornadas laborales, al estrés o a la cafeína, pero según el doctor Charles Czeisler, profesor de la Escuela de Medicina de Harvard y uno de los mayores especialistas mundiales en la medicina del sueño, solemos dar poca importancia a la principal fuente de nuestras noches en vela: la luz eléctrica. “Sin ella”, ha explicado el doctor en un contundente artículo publicado ayer en la revista científica Nature, “muy poca gente tomaría cafeína para estar despierta por la noche”.
“La luz”, asegura Czeisler, “afecta a nuestros ritmos circadianos con más fuerza que cualquier droga”. Tal como explica el profesor, el punto álgido de nuestra energía diurna no se produce al comienzo de la jornada, sino casi al final de nuestro tiempo de vigilia habitual. Nuestros antepasados experimentaban este punto álgido a mediados de la tarde, algo que les permitía aguantar con energía las últimas horas de luz. Ahora, debido a que seguimos expuestos a la luz tras la puesta de sol, el núcleo supraquiasmático, la parte del cerebro que regula nuestros ritmos circadianos, se confunde, retrasando la segregación de melatonina, la hormona que nos ayuda a conciliar el sueño. Esto hace que muchas personas sigan viendo la tele, jugando a la consola, o leyendo los correos del ordenador a media noche, sin tener ni idea de que están destrozando su ciclo de sueño.

Un gravísimo problema de salud pública

El aumento del consumo de luz, que en los últimos 50 años se ha cuadriplicado, y la presencia de esta en un mayor número de dispositivos, ha sido paralelo al aumento de la deficiencia de sueño.

En Estados Unidos el 30% de los trabajadores adultos duerme menos de seis horas, un tiempo de descanso que numerosos estudios han demostrado insuficiente, y peligroso para la salud. La deficiencia de sueño es aún mayor entre los trabajadores nocturnos y los que tienen turnos cambiantes: casi la mitad, un 44%, duerme menos de lo aceptable. La mayoría, además, cambia su ciclo de sueño entre los días laborables y los fines de semana y días de fiesta, creando lo que se conoce como ‘jet lag social’, que altera aún más los ritmos circadianos. El Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades de EEUU, una de las autoridades sanitarias más poderosas del mundo, no ha dudado en calificar la deficiencia de sueño como una “epidemia de salud pública”.

Entre los niños el problema es si cabe mayor, dada su especial debilidad frente a la falta de descanso. En todo el mundo, los niños están durmiendo de media 1 hora y 20 minutos menos que hace un siglo. Curiosamente, la falta de sueño provoca en los pequeños una mayor hiperactividad, que dificulta su concentración. En opinión de Czeisler, la deficiencia de sueño podría estar detrás de muchos de los niños diagnosticados, erróneamente, con el controvertido trastorno por déficit de atención con hiperactividad (TDAH), que en Estados Unidos afecta al 19% de niños de secundaria. 

No sólo es la luz, es el tipo de luz

Actualmente, tal como apunta Czeisler en su artículo, el 19% de todo el consumo eléctrico del mundo se emplea en la producción de luz, pero esta es cada vez más barata. A medida que estamos sustituyendo las bombillas tradicionales por los diodos emisores de luz, los famosos LED, cada vez más frecuentes en todo tipo de dispositivos –lámparas, ordenadores, televisiones, tabletas…–, aumenta la cantidad e intensidad de la luz eléctrica en nuestras vidas y con ella los problemas del sueño.

Lo que pocos saben es que la luz que desprenden los LED, más fría, perturba aún más los ritmos circadianos que la que desprenden las bombillas convencionales, más cálida. Czeisler cree que haríamos bien en cambiar el color de nuestra luz eléctrica, y optar por colores más calidos, algo que no tiene que ver con la tecnología LED, sino con el color de la luz que desprenden estos dispositivos. “Los efectos adversos de la exposición a la luz durante la noche se podrían reducir mediante la sustitución de la luz blanco-azulada por una luz roja o naranja, después del atardecer”, asegura el profesor.

Via elconfidencial.com

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