Insomnio infantil

martes, 5 de noviembre de 2013
¿Qué es el insomnio?

El insomnio es, con diferencia, el trastorno del sueño más frecuente. Otros trastornos del sueño son la somniloquia (hablar durante el sueño), la enuresis u orinarse en la cama, los terrores nocturnos, las pesadillas y el sonambulismo (caminar durmiendo).

El insomnio es, en realidad, un síntoma que puede aparecer debido a una gran variedad de factores o problemas de salud que veremos más adelante. Básicamente existen tres tipos de insomnio:

Estos tipos de insomnio pueden presentarse aisladamente o en combinación. Según su duración, el insomnio puede ser:

    Dificultad para iniciar el sueño
    Dificultad para mantenerlo
    Despertar precoz o temprano por la mañana.

El insomnio infantil

El insomnio del bebé y del niño se caracteriza, más que por una falta de sueño en sí misma, por una falta de adecuación o desequilibrio entre sus propias necesidades de dormir, su entorno social y familiar y el ritmo vigilia (estar despierto)-sueño. El insomnio infantil es un problema muy común que no se conoce demasiado bien, ni siquiera entre los especialistas en Medicina del Sueño.

En los niños, la dificultad para conciliar el sueño y los despertares nocturnos repetidos constituyen el motivo más frecuente de consulta al pediatra. Afortunadamente estos trastornos suelen disminuir conforme el niño va creciendo.

Un niño que duerme bien suele ser un niño tranquilo, que realiza actividades ordinarias y estables durante el día y que se relaciona bien con su entorno. El sueño del niño suele durar unas determinadas horas, siempre en función de su edad y de sus necesidades y está regulado por un ritmo biológico que establece cuándo debe dormir y cuándo estar despierto.

La cantidad de sueño nocturno disminuye conforme el niño va creciendo, pasando desde las 15-16 horas de las primeras semanas de vida (el niño prácticamente pasa el día durmiendo y sólo se despierta cuando tiene hambre) a las 8-10 horas en la adolescencia precoz (10-12 años), cantidad de horas que será las que duerma en la etapa adulta, aunque estas cifras varían ampliamente entre unas personas y otras.

En los primeros meses de vida el sueño se reparte casi de forma equivalente entre el día y la noche. A partir de los 6 meses, sin embargo, la mayor parte del sueño tiene lugar ya por la noche; el niño está despierto la mayor parte del día, a excepción de tres siestas que hace a mediodía, a primera hora de la tarde y al final de la misma. Más adelante se mantendrá la siesta de después de comer, que finalmente desaparecerá a partir de que el niño comience a ir al colegio, en torno a los 3 a los 6 años.
¿Qué puede producir insomnio?

Un hecho de suma importancia es que el niño necesita regularidad en los horarios y rutina con la mayoría de sus hábitos cotidianos como levantarse, acostarse, las comidas, las siestas, los paseos, etc. ya que ello facilita la estabilidad de sus ritmos biológicos.

Cuando el ritmo del sueño se rompe o altera hablamos de insomnio. El insomnio infantil es, en realidad, una queja de los padres referente a lo que antes señalábamos: dificultad para conciliar el sueño, despertares nocturnos repetidos o despertares matutinos precoces. Es importante señalar que, salvo casos extraordinarios, no podemos hablar de insomnio en un niño menor de 6 meses de vida, tiempo a partir del cual se establecen los patrones normales de sueño.

Algunos niños presentan dificultades para irse a la cama a dormir. Son niños que no se acostarían nunca; prefieren jugar, ver la televisión o simplemente estar con sus padres antes que irse a la cama cuando se les indica que lo hagan.

Otros niños, sin embargo, se duermen con facilidad pero se despiertan a media noche, en ocasiones, varias veces durante períodos menores de 10 minutos. Estas situaciones pueden considerarse normales y obedecen a necesidades fisiológicas, como tener ganas de hacer pipí o tener sed, o exceso de ruido o calor en la habitación.

A pesar de estos despertares, en ocasiones repetidos, el niño no suele padecer privación del sueño; otras veces, sin embargo, los despertares se prolongan durante más de 15 minutos. Estos periodos pueden producir una interferencia en el descanso nocturno con disminución de la cantidad total de sueño, que se traduce en irritabilidad, somnolencia, déficit de atención, llanto y “mal cuerpo” al día siguiente, junto con otros síntomas de la esfera psíquica como miedo, conductas caprichosas, etc.

Por último, otros niños sufren los llamados despertares precoces, posiblemente, como en la dificultad de conciliación, por un trastorno del ritmo vigilia-sueño. Si se observan signos y síntomas de privación del sueño (irritabilidad, somnolencia, etc.), tal vez sean indicativos de un insomnio verdadero, que haya que aclarar y tratar.

Como antes veíamos, existen muchas situaciones que pueden producir insomnio, de las que brevemente señalaremos algunas enfermedades neurológicas o psiquiátricas; enfermedades que producen fiebre, dolor, picor u otros síntomas que ocasionan intranquilidad en el niño; enfermedades psicológicas o funcionales; algunos medicamentos; exceso de estímulos sensoriales (ruidos, temperaturas extremas), miedos, etc.

Es importante aclarar y comprender lo que le pasa a un niño que no duerme correctamente. En este sentido, es fundamental detallar sus hábitos de sueño, la edad de comienzo del trastorno y las circunstancias en que apareció, así como la existencia de enfermedades asociadas o factores desencadenantes. Habitualmente, para descartar enfermedades orgánicas desencadenantes el pediatra que trata al niño deberá realizar un examen físico general.

Los hábitos del sueño del niño pueden ser registrados mediante las llamadas agendas o diarios de sueño. En ocasiones, será necesaria una evaluación psicológica. En el niño mayor el insomnio grave entra dentro del marco de las neurosis o trastornos de la personalidad. Excepcionalmente serán necesarias pruebas más complejas como los llamados registros videopoligráficos del sueño que se realizan en laboratorios especializados o clínicas del sueño.

¿Cómo afecta a los padres el insomnio infantil?

El insomnio es un problema serio para los padres que lo sufren por cuanto afecta a una necesidad fisiológica básica cual es dormir y descansar. Los padres que no duermen por el insomnio de sus hijos se muestran irritables, somnolientos por el día, disminuyen su rendimiento en el trabajo e incluso, en algunas ocasiones, puede peligrar su vida cuando cogen un coche porque, pueden dormirse al volante; en definitiva y sin miedo a exagerar, se puede llegar a decir que sufren un verdadero calvario, una auténtica tortura, especialmente cuando la situación se prolonga y no parecen atisbarse soluciones.

El Dr. Estivill sostiene en su libro “Duerme niño” (Ed. Plaza y Janés, Barcelona 1998) que el acto de dormir es un comportamiento aprendido, un hábito que deben enseñar los padres sus hijos.
¿Qué medidas se pueden tomar?

Este problema de salud pasa inicialmente por la aplicación de medidas higiénicas con el fin de ayudar al niño a aprender a desarrollar unas pautas o patrones de sueño regulares y apropiados.

En niños más mayores que conozcan el funcionamiento de un reloj puede ser útil “negociar” una hora de acostarse y otra de levantarse que sean adecuadas a la cantidad de sueño que necesita.

A menudo funciona la estrategia de establecer un ritual a la hora de acostarse, lo que ayudará al niño a afrontar la angustia de la separación de sus padres y la soledad que deberá soportar durante largas horas. Ese ritual debe ser sencillo y puede consistir en la lectura de un cuento, un breve comentario de los acontecimientos del día pasado o del día siguiente, un poco de música relajante, algunos juegos de caricias, un muñeco de peluche, etc. Cualquier cosa de este tipo puede ser útil para retrasar suavemente el momento de dejarle solo. A continuación, los padres deben abandonar tranquilamente la habitación, apagar la luz y dejar la puerta entreabierta para que el niño no tenga miedo. No deben quedarse en la habitación con el niño hasta que se duerma, tanto al inicio del sueño como durante los despertares nocturnos.

Una actitud firme y tranquilizadora hacia el niño es el mejor consejo que se puede dar a los padres. No son recomendables los medicamentos sedantes o hipnóticos, por los riesgos que entrañan y porque, a menudo, producen el efecto contrario al deseado.

Via hola.com

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