Dormir mal se paga tarde que temprano

domingo, 3 de abril de 2016
Dormir mal uno o dos días genera malestar, mal humor, pesadez y la razón se nubla.

Dormir mal durante varias semanas o meses, como les sucede a no pocas personas, tiene efectos duraderos en la salud. No solo en la mental sino en la física también.

Se presentan cambios metabólicos, se gana peso, hay debilidad y se alteran de manera definitiva estructuras cerebrales de acuerdo con estudios en modelos animal que no encuentran una respuesta clara a lo que sucede.

También, en eventos extremos, esa falta de sueño puede ser mortal, como aquel fanático del fútbol que en 2012 ocupó titulares al fallecer luego de 11 noches sin dormir viendo partidos en la televisión.

“Pienso que olvidamos que dormir es una exigencia fisiológica básica”, dijo Carol Everson a The Scientist. Ella estudia la privación del sueño en el Medical College en Wisconsin, Estados Unidos.

Esa revista especializada publicó un especial sobre las consecuencias de dormir mal y lo que se conoce hoy sobre el sueño, las regiones cerebrales involucradas, el insomnio y otros aspectos de esta función esencial.

Del tema se conocen aspectos básicos, pero mucho falta por desentrañar. Por ejemplo, un estudio de este año en el Journal of Clinical Endocrinology & Metabolism encontró que la iluminación LED, común en distintos ambientes hoy y en los aparatos de televisión, pueden alterar el sueño, mientras otro estudio del año pasado en esa publicación halló, aunque en una muestra pequeña, alteraciones en los genes con solo una noche de desvelo.

Dos investigaciones que reflejan los múltiples aspectos involucrados en el tema.

Es que aunque no se crea, los problemas del sueño son comunes, de hasta 1 en cada 4 personas y reciben tal atención de la ciencia que entre el 2 de abril y el 16 de marzo al menos 25 investigaciones abordan el asunto desde diversas perspectivas centradas en un factor específico.

Los daños

Lo que sí parece claro es que las afectaciones a la salud pueden ser muchas, desde desajustes cognitivos y desequilibrio emocional, hasta presión arterial elevada, obesidad y síndrome metabólico con todas sus implicaciones.

O disfunción neurológica y cardiovascular sugerida por investigaciones recientes en personas que veían televisión hasta medianoche y debían levantarse antes de que saliera el Sol.

Casi todas las variables medidas en los estudios resultaron afectadas, en palabras para The Scientist de Eve Van Cauter, investigador del sueño de la Universidad de Chicago.

Se pensaba hasta no hace mucho que el sueño era realizado por el cerebro en su beneficio, pero cada día más investigaciones muestran que esa visión era incompleta si bien no estaba equivocada.

Durante la falta de sueño el funcionamiento neurológico y el cognitivo se desordenan derivando en una pérdida en el tiempo de reacción, el genio y el juicio.

Los estudios han mostrado interrupciones y anomalías en el funcionamiento de algunas regiones cerebrales, como el cuerpo estriado que regula los receptores de dopamina que ayudan a mantener la alerta, y el presencéfalo basal, una de las áreas principales de la vigilia, libera más óxido nítrico que produce acumulación de adenosina que puede afectar la función neural.

Estudios de hace tiempo han encontrado que la adenosina funcionaba como un sedativo cuando era suministrado a animales.

En experimentos con gatos, de Bob McCarley, de Harvard, aumentaba esa sustancia si no se les dejaba dormir, y cuando se les administraba más también los dormía.

La cafeína, por ejemplo, bloquea la adenosina y por eso dificulta el sueño en muchas personas.
Las horas

Para entender mejor qué es una falta de sueño y los desajustes que puede producir, reconociendo que existen diferencias individuales, está la tabla de horas de sueño diarias que deben tenerse según la edad de acuerdo con la Fundación Nacional del Sueño de Estados Unidos, tabla actualizada el año pasado:

Recién nacidos hasta 3 meses: 14 a 17 horas al día.

Bebés de 4 a 11 meses: 12 a 15 horas.

Niños de 1 a 2 años de edad: de 11 a 14 horas.

Preescolares de 3 a 5 años: 10 a 13 horas.

Escolares de 6 a 13 años: 9 a 11 horas.

Adolescentes de 14 a 17: 8 a 10 horas.

Adultos jóvenes, de 18 a 25: 7 a 9 horas.

Adultos de 26 a 64): 7 a 9 horas.

Mayores de 65: 7 a 8 horas diarias de sueño.
En el cuerpo

Desde hace más de un siglo se ha sabido que las consecuencias de la privación del sueño no son solo mentales, sino físicas también.

Entonces se encontró que las personas privadas del sueño aumentaban de peso, hallazgo confirmado muchas décadas después.

Un estudio relacionó el dormir menos de 6 horas diarias con sobrepeso u obesidad. Se ha hallado además que quienes duermen menos de esas horas tienen mayor probabilidad de ser diabéticos o de sufrir ataque al corazón.

Los estudios observacionales son los que relacionan con un mayor chance de ataque y derrame, así como de hipertensión, obesidad y de desarrollar diabetes tipo 2.

La evidencia experimental ha demostrado los siguientes efectos de dormir mal:

Interrupción de los patrones de las ondas cerebrales.

Acumulación en el cerebro de neuromoduladores y neurotransmisores.

Anomalías y daños celulares en el cerebro.

Dificultades cognitivas, emocionales y de comportamiento.

Aumento del apetito y cambios en los niveles de las hormonas asociadas con el apetito.

Expresión alterada de perfiles genéticos.
Dificultad

Estudios con animales como ratas han mostrado varios efectos que persistían por meses, incluso cuando se recuperaba el patrón normal de sueño, entre ellos problemas en la formación ósea y anomalías metabólicas que conducían a mayores niveles de leptina y por tanto a obesidad.

En ratones se documentaron cambios en el cerebro que pueden derivar en dificultades cognoscitivas.

Los estudios en humanos se dificultan por una razón valedera: si los efectos son irreversibles, someterlos a prolongados periodos de vigilia podría ser entonces contraproducente. Por ello el modelo animal prima.

Algunos estudios en los que a voluntarios se les ha restringido el sueño a pocas horas por unos días se han revelado diferencias individuales: algunas personas sufren un deterioro más rápido.

Eso sugiere por sí solo la necesidad de ponerle atención al déficit de sueño: en algún momento el organismo y el cerebro podrían pasar una gruesa factura.

Y al tiempo que abundan las investigaciones sobre el sueño, se producen las relacionadas con el insomnio que es abordado ahora con una visión más holística, desde las nuevas medicinas enfocadas en la hormona orexina hasta las terapia cognitivo conductual utilizada de tiempo atrás.

Y, más que eso, los investigadores piden considerar el insomnio como una condición clínica.

Dormir lo normal una frase tan simple pero tan complicada de lograr para millones de personas.


Via elcolombiano.com

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